viernes, 4 de septiembre de 2009

Los venenos son tres - Texto Zen

Si nos remontamos atrás en el tiempo y observamos el camino recorrido por el hombre, si buscamos con detenimiento cuándo comenzó a dar sus primeros pasos como ser consciente, como ser capaz de verse y sentirse a sí mismo viviendo acorde a la realidad que lo rodeaba, si analizamos cuándo dejó a un lado sus proyecciones y renunció a buscar en las explicaciones mágicas, míticas, racionales, o incluso en las divinas, el esclarecimiento de su devenir en este mundo ilusorio, observaremos que fue muy pronto cuando constató que padecía de una extraña dolencia: también se sentía como un ser infeliz.
Sus actuaciones, su comportamiento cotidiano, consigo mismo y con los otros, su manera de expresarse, hablar, moverse, pensar y reflexionar, estuvieron marcados desde bien temprano por tres aspectos connaturales a su existencia, lo que en la tradición budista conocemos como los Tres Venenos (klesha en sánscrito) a saber, su capacidad para odiar, apegarse y, en definitiva, dejarse llevar por la oscuridad de la ignorancia.
Fue un ser humano, Shidharta Gautama, nacido hace más de dos milenios en el norte de India (Kapilavastu) el que pondría nombre, método y solución a este padecer. Tras ejercer rigurosas prácticas de ascesis y saborear las distintas posibilidades que le ofrecían otras corrientes religiosas de su época, encontró, sin embargo, un camino de conocimiento que trascendía y superaba lo hasta entonces experimentado.
Así, tras largas jornadas de meditación sentada y serena reflexión, alcanzó un estado al que podríamos considerar como “salud total”. Esta experiencia, liberadora, la compartió inmediatamente con aquellos que se acercaron a sentirlo por sí mismos. Desde entonces, esta enseñanza se sigue transmitiendo de igual a igual, de ser a ser.

El Budha enseñó que los venenos son contaminaciones mentales, disfunciones cognitivas que llevan al error de percepción. Veamos cada uno de ellos en sus detalles: apego, odio e ignorancia.
El apego se encuentra fundamentado en un sentido extremo de poseer algo; lo reconocemos como una identificación mental y emocional obsesiva hacia algo o alguien, un impulso ávido que niega absolutamente la idea de la impermanencia. Para la persona que desea y trata de perpetuar eternamente sus anhelos, todo aquello que impida este propósito se manifiesta en variadas formas de enfrentamiento o evasión. Así, ante los impedimentos, el individuo actúa generalmente de manera impulsiva e irresponsable pues trata de obtener, sea como sea y usando todos los medios a su alcance, cualquier ansia personal que satisfaga sus supuestas necesidades.
Por ello, para conseguir los objetos del deseo, el ser humano articula diversas artimañas y estrategias que, a lo peor, acaban generando daño y dolor en los otros. Por otro lado, hemos de admitir que el “yo” tampoco acepta la realidad de la interdependencia y defiende a toda costa su autoimagen generada (apego) a través del rechazo del otro (odio)

El budismo enseña, sin embargo, que existe una posibilidad de superar el apego basada en el ejercicio consciente de dar por dar. Esta forma de ser y actuar también es connatural al hombre y se manifiesta cuando experimentamos conjuntamente la humildad y la compasión. Así, en el momento en el que somos capaces de ser verdaderamente útiles para los demás (y para nosotros mismos) a través de pensamientos, palabras y acciones favorables (karma) estamos propiciando la emergencia del antídoto de este primer veneno denominado deseo.
Según nuestra tradición, el segundo veneno es el odio, entendido como un rechazo visceral y emocional que sentimos contra algo o alguien, un impulso obsesivo que puede convertirse, incluso, en dañino, sea cual sea el aspecto que nos aparte de aquello que creemos nos hará felices.
El odio es un impulso ciego y arrollador que, en muchas ocasiones, genera una verdadera fuerza destructiva allá donde depositemos nuestro rechazo. La cólera, la ira, el insulto y demás actitudes emocionales radicales, relacionadas con el odio, son evidentemente posturas extremas que acaban generando conflicto y destrucción en nuestras relaciones.

¿Cómo debemos actuar, pues, ante hechos cargados de animadversión y resentimiento? De forma compulsiva no. No debemos fomentar más límites y fronteras. Como ya hemos visto anteriormente, la separatividad es un mecanismo de autodefensa del ego que se apega a sus propias identificaciones y rechaza, a través del odio, lo que ilusoriamente se plantea como fuera de él.
Todo esto es motivado por la permanente ceguera en la que nos hallamos, la ignorancia. Este es el tercer veneno (avijja en sánscrito). Bajo el velo de nuestro oscurantismo, entendido sencillamente como una falta de claridad a la hora de percibir, solemos actuar de forma confusa. Esta es la ceguera de nuestra ignorancia
La mente es muy activa. Cuando elige estar separada, elige percibir. El mundo que vemos bajo la mirada de las percepciones es siempre manipulable, incluso dañino, pues la manera que tenemos de ver las cosas acaba oscureciendo la naturaleza real de las mismas ya que siempre las interpretamos, a nuestro gusto, en detrimento y daño de los otros.
Necesitamos corregir esta idea de sentirnos y creernos separados. El budismo enseña que nuestra felicidad radica en la desidentificación con aquello que nos creemos ser. Cuando disolvemos la ilusión de la identidad en el yo, surge naturalmente la experiencia de la sincronicidad. La naturaleza dualística del pensamiento es la raíz de nuestro sufrimiento. Esta experiencia de desidentificación es la esencia de toda sanación.

Por lo tanto, es la mente cegada por la ignorancia la que traza fronteras y límites ilusorios que generan dolor y sufrimiento innecesario. La práctica del budismo zen tiene como fin transformar estos tres venenos en sus antídotos correspondientes.
A través de la práctica perseverante y del desarrollo adecuado de la atención consciente, va surgiendo naturalmente la sabiduría (entendida como disolución de la ignorancia), la ecuanimidad (esto es, la serenidad mental y emocional que permite la liberación de los apegos) y la compasión (o disolución de la cólera y el odio) Asimismo es la práctica de la paciencia la que evita toda agresión. En esta experiencia se halla el principio de la “no violencia” (ahimsa)
Saber es tener certeza pues el conocimiento no está sujeto a interpretaciones; es un hecho experiencial idéntico y generalizado para todos. Más allá de la percepción no hay juicios. Juzgar esto o lo otro, de esta o de aquella otra manera, es un mecanismo del sujeto (subjetivo) Los juicios siempre entrañan rechazo. Juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición.

Así pues, cada uno debe identificar su propio conflicto interno, sus mecanismos de manipulación y acceder a una actitud contemplativa de no violencia, un estado desde el cual se permita tener una visión íntegra, armónica y global del todo.
Pongamos algo de paz en nuestras mentes y abriguemos con tranquilidad, al amparo luminoso de la conciencia, los antídotos de los Tres Venenos. Que así sea, por el bien de todos los seres.

Fuente: Conciencia sin fronteras

sábado, 29 de agosto de 2009

La Meditación Zen

La meditación del Zen se llama zazen no es una técnica, no se puede practicar como un ejercicio común ni tampoco es un esfuerzo que hay que hacer, porque no forma parte de nuestros pensamientos, porque recién donde terminan nuestros pensamientos comienza la meditación.

La meditación es un estado natural, sólo es un estado que hay que recordar porque está dentro de nosotros mismos esperándonos.

Es un estado de claridad interior, no un estado mental, porque la mente es pura confusión. Recién cuando los pensamientos desaparecen se puede ver muy lejos, hasta el fin de la existencia.

Tampoco se trata de intentar de dejar de pensar porque entonces estaríamos practicando otra técnica más. Sólo hay que dejar que los pensamientos decanten, sin hacer nada, relajado, como si estuviéramos durmiendo despiertos.

Después de un tiempo, de repente uno estará consciente, la meditación viene sola, simplemente ocurre.

Hay que cambiar la “Gestalt” es decir, la forma de percibir, porque normalmente tenemos conciencia de los diálogos internos pero no de los espacios entre cada una de las palabras.

No es posible ver los opuestos al mismo tiempo, cuando vemos lo opuesto lo primero desaparece. La mente sigue mirando las palabras y por ello no ve los silencios después de cada palabra. Sólo hay que cambiar de enfoque.

Las personas fallan en la meditación porque creen que es algo aburrido, sin embargo la verdadera meditación no es así, se disfruta enormemente, porque no se trata de seriedad sino de tranquilidad.

Si uno está relajado, las palabras que surgen con los pensamientos son las figuras de una “Gestalt” o forma de ver, y el silencio es el fondo. Tendremos que fijar la atención en el fondo que es el silencio, donde no hay ninguna huella para recordar. En ese vacío estamos nosotros, como realmente somos.

La mente significa palabras y el Yo esencial significa silencio. Por ejemplo, el aburrimiento que ocasiona el repetir un mantra o una oración muchas veces nos ayuda a deshacernos de las palabras y a deslizarnos hacia el silencio. Pero no hay que dormirse.

Al principio es difícil pero se puede llegar a que la mente deje de hablar espontáneamente, es posible y sin esfuerzos, porque es como cuando intentamos dormir, no podemos forzar el sueño porque viene solo cuando nos relajamos y abandonamos nuestro diálogo interno.

La meditación aporta inteligencia infinita y la vida se vuelve más rica pero jamás hay que forzarla, ni ser un asceta ni un masoquista para lograrlo. Sólo hay que lograr ser plenamente consciente de nosotros mismos.

La mente nos sigue engañando porque no somos capaces de ver las verdaderas motivaciones de nuestros actos. ¿Por qué le pegamos a nuestro hijo? ¿porque no hizo la tarea? o ¿porque estamos furiosos con nuestro jefe?

Las personas más creativas se convierten en adeptos de la meditación, en realidad meditan sin darse cuenta, se concentran en algo que los motiva.

Las no creativas tienen mayores dificultades, tienen miedo de salirse de su rutina.

Los poetas, los pintores, los músicos, los bailarines logran penetrar la meditación más fácilmente que los hombres de negocios que viven una vida rutinaria y sin la más mínima creatividad.

La mente es el pasado que está controlando el presente y el futuro y nos dice que si seguimos haciendo lo viejo seremos más eficientes porque tenemos ya la experiencia y lo nuevo es lo desconocido.

Por eso, cuando tengamos que escoger entre dos alternativas tendríamos que elegir siempre la nueva, la más difícil, la que requiere una mayor conciencia. Es decir, escoger siempre la conciencia a expensas de la experiencia y así se creará la situación en que la meditación se hará posible.

Un día escuché a una actriz exitosa que le contestaba a un periodista, sobre la posibilidad de realizar otro programa diferente: “La experiencia me enseñó que jamás tengo que abandonar un éxito”, le dijo.

Gracias a esa forma de pensar la televisión sigue siendo decadente, porque es más seguro para los productores que arriesgan dinero, y es también más seguro para los actores que conservan así su trabajo. Renuncian a la incertidumbre porque tienen miedo, cuando la vida es sólo inseguridad y cambio.

I. Sobre la Meditación Zen Inicio de la página

Extraído de Dharma Mirror - Manual of Practice Forms:

Maestro Zen Seung Sahn

Tradicionalmente, en China y Corea, únicamente los monjes practicaban Zen. Pero el Zen ha llegado a Occidente donde la gente laica practica Zen. Esto ha cambiado el carácter del Zen. Ahora nuestra enseñanza trata sobre el Zen en la vida de cada día. Sentarse Zen todo el tiempo no es posible para la gente laica. El Zen de cada día significa aprender a sentar la mente. Sentar la mente significa mantener una mente que no se mueve. ¿Cómo mantienes una mente que no se mueve? Deja de lado tu opinión tu condición y tu situación momento tras momento. Cuando hagas algo, simplemente hazlo. Este es el Zen de cada día. Para la gente laica la enseñanza del Gran Amor, la Gran Compasión y el Gran Camino del Bodhisattva es muy importante. Para alcanzar esto es necesario mantener una mente que no se mueva, entonces la situación correcta, la función correcta y la relación correcta aparecen por sí mismas en la vida de cada día.

II. Técnicas de meditación Inicio de la página

Hay varias técnicas de meditación. Cada técnica produce un efecto especial sobre la mente.

Prácticas de la mente: estas prácticas son el corazón de la meditación. Tienen diferentes efectos sobre la mente. También, la velocidad del efecto puede variar en función de la técnica utilizada.

En todas las técnicas de meditación la respiración es importante. Para tranquilizar el cuerpo y la mente es útil realizar varias respiraciones largas y profundas al comienzo de la meditación. Respira utilizando el diafragma y centra tu atención en la zona situada por debajo del ombligo. La respiración debería ser relajada, natural y tranquila.

Algunas de las diversas técnicas son:



Técnica 1: Mantener una Pregunta

Tradionalmente llamada "hwa tou." Si tienes una pregunta, esta pregunta te ayudará a practicar. Si la duda es lo suficientemente grande e intensa, las más usuales son: "¿Qué soy yo?", "¿Qué es la vida?", etc. esta duda te proporcionará una mente anterior al pensamiento. Deja de lado todo pensamiento, todas las opiniones y deseos y continuamente retorna a la mente que se pregunta.

Técnica 2: Practicar con un Mantra

Usar un mantra para calmar la mente y fortalezer el centro [Tantien] es una técnica utilizada por los estudiantes Zen. La principal diferencia entre los diferentes mantras radica en la duración del mantra y en la dirección del mantra. Generalmente cuanto más incesante es el pensamiento, más corto es el mantra.

La práctica usual consiste en recitar el mantra constantemente prestándole atención y dejando que todo otro pensamiento disminuya. Esto lleva cierta práctica debido a que es muy fácil dejar que una parte de la mente 'cante' el mantra mientras que la otra esté pensando en la cena o en una película del cine. Cuando esto ocurra, vuelve a traer tu mente amablemente para prestar atención al mantra sin juzgar nada ni preocuparte de sí estás o no muy despistado.

Los mantras más comunes utilizados en nuestra Escuela son los siguientes:



Mente Clara, Mente Clara, Mente Clara -- No sé

Este mantra es normalmente aconsejado a los principiantes junto con un ejercicio de respiración. Inspira mientras repites mentalmente 'Mente Clara' tres veces (Mente Clara, Mente Clara, Mente Clara) y luego espira pensando 'Nooooooooo seeeeeeeeeeeeeeeeé' una vez durante toda la duración de la espiración. La duración de la inspiración y de la espiración varían con cada persona, sin embargo la duración de la espiración debería aproximadamente el doble de la inspiración, si es posible. Es importante permanecer relajado y no forzar en ningún momento la respiración.

Esta es generalmente la primera técnica enseñada en nuestra Escuela.

Kwan Seum Bosal

Este es nombre coreano del bodhisattva de la compasión, Avalokitesvara. Este mantra es el normalmente aconsejado a aquellas personas cuyas mentes no pueden permanecer tranquilas ni un minuto o que no pueden concentrarse por mucho tiempo. Debido a que es un mantra corto puede ser repetido una y otra vez (normalmente ayudado de un rosario de cuentas para contar). La recomendación usual es repetirlo de 3000 a 10.000 veces al día para quien realmente desee clarificar su mente frente a un problema en concreto. También es usado diariamente por mucha gente como parte de su técnica de meditación sentado. Es importante mantener una mente relajada mientras se recita el mantra. Si nos sentimos demasiado tensos o excitados es preferible descansar y relajarse y volver a intentarlo en otro momento.

Técnica 3: Práctica Kong-an

La práctica Kong-an es una antigua forma de pregunta y respuesta. La palabra Kong-an significa "archivo público". Se trata de las anécdotas e historias conocidas de los Maestros Zen del pasado. Las respuestas a los Kong-ans se hayan enraizadas en la realidad que se halla más alla del tiempo y del espacio, más allá de los gustos y de las aversiones, son tal como son. Una de las funciones del Kong-an es proporcionarte una Gran Pregunta si no tienes una. Otra función es ayudarte a eliminar los "anzuelos" de tu mente. Cada Kong-an tiene anzuelos (como anzuelos de pescar mentales) y cuando no puedes resolverlo es porque tu mente ha quedado atrapada en uno de los anzuelos del Kong-an. Sentarse con el Kong-an como pregunta es una de las tradiciones de la práctica Zen.

Técnica 4: Contar las Respiraciones

Se cuentan las respiraciones de 1 a 10, bien en la espiración (mejor para los principiantes) o en la inspiración (más difícil). Si pierdes la cuenta, o llegas a diez comienza de nuevo.

Técnica 5: Meditación de la Mente Clara

Esta forma de meditación consiste en simplemente sentarse y ser consciente de lo que está ocurriendo justo en este instante. Esta es la mente del momento tras momento. Esta mente oye a los pájaros en los árboles, los coches yendo y viniendo, los aviones en el cielo y los niños jugando afuera. En la mente clara no existe ningún sonido que sea considerado ruidoso o molesto, todo es como es. Esta no es una técnica para principiantes, sinó el resultado de haber puesto en práctica las anteriores prácticas.

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Zazen

lunes, 24 de agosto de 2009

El secreto del Zen

Es por eso que el Zen ha sido resumido como:



Una transmisión especial de iluminación fuera de las Escrituras;
No depender de palabras y letras;
Apuntar directamente al alma del hombre y la mujer;
Ver dentro de la propia naturaleza de uno mismo.

Pero si se nos dice que la verdad del Zen es evidente, que está delante de nuestros ojos en todos los momentos del día, esto no habrá de llevarnos muy lejos. No parece que los acontecimientos del día tengan algo de notable; no parece que haya nada en eso de vestirse, comer la comida o lavarse las manos que pueda indicar la presencia del Nirvana o el estado de Buda. Sin embargo cuando un monje le preguntó al maestro Chao~chou "Qué es el Tao?", él le contestó: "La vida común es el Tao mismo". El monje volvió a preguntar: "Cómo podemos ponernos de acuerdo con él?" (o sea, "Cómo podemos ponernos en armonía y unidad con él?"). Chao~chou contestó: "Si tratas de ponerte de acuerdo con él, te apartarás de él"; pues la vida, tomada como la serie común de acontecimientos diarios variados, es algo esencialmente evasivo e indefinible; jamás permanece igual ni por un momento; nunca podemos hacer que se quede quieta para analizarla y definirla. Si tratamos de pensar sobre la rapidez con que pasa el tiempo o cambian las cosas, la mente se nos transforma en un torbellino. Mientras más nos esforcemos por aferrar el momento, de apoderarnos de una sensación placentera o de definir algo en forma tal que resulte satisfactorio en cualquier momento para todos, más evasivo resulta. Se ha dicho que definir es matar, y que si el viento se detuviera por un segundo para que pudiéramos apoderarnos de él, dejaría de ser viento. La misma cosa ocurre con la vida. Las cosas y los acontecimientos están moviéndose y cambiando perpetuamente; no podemos apoderarnos del momento presente y obligarlo a que se quede con nosotros; no podemos traer de vuelta el tiempo pasado, ni conservar para siempre una sensación pasajera. Cuando tratamos de hacerlo, todo lo que conseguimos es un recuerdo muerto; la realidad no está allí, y no puede derivarse de ello satisfacción alguna. Si repentinamente nos damos cuenta de que somos felices, mientras más tratemos de pensar en algún medio para conservar nuestra felicidad, más rápidamente se nos escapará. Tratamos de definir la felicidad con el fin de poder saber cómo hallarla cuando nos sintamos desgraciados. Un hombre piensa: "Soy feliz ahora por poder permanecer en este lugar. Por lo tanto la felicidad, para mí, es venir y quedarme en este lugar". Y la próxima vez que se sienta desgraciado tratará de aplicar esta definición; irá de nuevo a ese lugar, y descubrirá que no lo hace feliz. Sólo existirá el recuerdo muerto de la felicidad, y la definición ya no sirve. La felicidad es algo así como los pájaros azules de Maeterlink: si se trata de capturarlos pierden su color; es algo así como tratar de encerrar agua dentro de las manos: mientras más fuerte se apriete, más rápidamente se desliza entre los dedos. Por ello, cuando a un maestro Zen se le preguntó: "Qué es el tao?", respondió de inmediato: "Sigue andando!", pues solamente podemos enterder la vida andando a la par con ella; mediante una completa afirmación y aceptación de sus mágicas transformaciones e interminables cambios. Es gracias a esta aceptación que el discípulo Zen se siente invadido por una gran admiración, pues todas las cosas se renuevan permanentemente. El comienzo del universo se produce ahora, pues todas las cosas se están creando en este momento, y el fin del universo es ahora, pues todas las cosas están muriendo en este momento.

Se define en ocasiones al Zen como "ir rectamente hacia delante", o "ir derecho adelante", pues el Zen significa moverse con la vida sin tratar de detener e interrumpir su flujo. Es un conocimiento inmediato de las cosas mientras viven y mueren, que se diferencia de la simple comprensión de las ideas y sentimientos acerca de las cosas, que son símbolos muertos de una realidad viva. Por ello el maestro Takuan dice en relación con el arte de la esgrima (Kendo) --arte fuertemente influenciado por los principios del Zen:



Esto --lo que podría denominarse una actitud mental de "no interferencia"-- constituye el elemento más vital del arte de la esgrima, como asimismo del Zen. Si queda lugar para que quepa aunque sea un pelo entre dos acciones, esto es interrupción.

Con esto quería decir que el contacto entre un acontecimiento y la reacción ante el mismo no debiera de ser roto por el pensamiento discursivo, pues, continúa diciendo:



Cuando se golpean las manos, el sonido se produce sin pensarlo ni por un instante. El sonido no espera ni piensa antes de salir. No existe interrupción; un movimiento sigue al otro sin ser interrumpido por la mente consciente. Si se siente molesto y medita sobre qué hacer, frente al adversario que está a punto de derribarlo, usted le da lugar, es decir, una feliz oportunidad para su mortífero golpe. Deje que su defensa siga al ataque sin la menor interrupción, y no habrá entonces dos movimientos separados conocidos como ataque y defensa.

De ahí que si "ataque" representa al mundo exterior, o la vida, y "defensa" la reacción de uno ante la vida, debe aceptarse que esto significa que la distinción entre "yo" y "la vida" queda destruida; el egoismo desaparece cuando el contacto entre los dos es tan inmediato que se mueven juntos, manteniendo el mismo ritmo. Dice más adelante Takuan:

[...] En el Zen, y en la esgrima también, se da gran valor a una mente no vacilante, no interrupción, no lejanía. También se alude en el Zen a un relámpago, o a las chispas que se producen con el impacto de dos piedras. Si esto se comprende dándole el sentido de rapidez, se comete una lastimosa equivocación. La idea es demostrar la contigüidad de la acción, un movimiento ininterrumpido de energía vital. Cada vez que se permita una interrupción por parte de algo que no esté en relación vital con la ocasión, puede estar seguro de que habrá de perder su propia posición. Esto, por supuesto, no quiere expresar el deseo de que las cosas se hagan imprudentemente o en el menor tiempo posible. Si usted albergara este deseo, su sola presencia habría de constituir una interrupción.

Esto es en muchos sentidos similar al arte de escuchar música; si uno se detiene a considerar sus reacciones intelectuales o emotivas ante una sinfonía que se está ejecutando, a analizar la construcción de un acorde o detenerse en una frase determinada, se pierde la melodía. Para escuchar la sinfonía completa uno debe concentrarse en el flujo de las notas y las armonías mientras se va produciendo, manteniendo la mente sujeta continuamente al mismo ritmo. Reflexionar sobre lo que ha ocurrido, pensar sobre lo que habrá de venir, o analizar el efecto que tiene sobre nosotros, equivale a interrumpir la sinfonía y dejar escapar la realidad. Toda la atención debe ser dirigida hacia la sinfonía, olvidándonos de nosotros mismos; si se hace conscientemente la tentativa de concentrarnos sobre la sinfonía, la mente se desvía por causa del pensamiento de que estamos tratando de concentrarnos, y fue por esta razón que Chao~chou le dijo al monje que si trataba de armonizarse con el Tao, se apartaría de él. Por lo tanto el Zen hizo más que limitarse a decirle al hombre que escuchara la sinfonía sin ponerse a pensar sobre las reacciones que en él provocaba; !pues hasta el simple hecho de decirle a alguien que no piense sobre sus reacciones independientes, ya significa hacerlo pensar que no piense en ellas! Por lo tanto el Zen adoptó el método positivo de destacar la sinfonía de la vida en sí misma. [...]

Conocer la naturaleza de Buda significaba conocer la vida, aparte de las "interrupciones", la principal de las cuales era el concepto del yo como entidad diferenciada de la vida, ocupada enteramente en sus propias reacciones privadas frente a la realidad como algo distinto de la realidad misma. [...] Pero mientras los filósofos del Mahayana se entretenían intelectualmente con estas cosas, interesándose en las ideas antes que en las realidades, el Zen iba más allá de todo pensamiento discursivo. Cuando se le preguntaba sobre los misterios ultérrimos del Budismo, respondía [el Buda]: "El árbol de ciprés en el patio"; "El bosquecillo de bambú al pie de la colina"; "La basura seca en el rastrillo". !Cualquier cosa que saque a la mente de las abstracciones de la vida!



[...] La vida Zen no se mueve dentro de carriles; es la libertad del espíritu, libre de las trabas de las circunstancias externas y las ilusiones internas. Su naturaleza íntima es de tan especial carácter que no puede ser descrita en palabras, y lo que más puede acercarnos a ella es la analogía. Es como el viento que se mueve sobre la superficie de la tierra, sin detenerse jamás en ningún lugar determinado, no apegándose nunca a ningún objeto particular, adaptándose siempre a los progresos y retrocesos de la tierra. Si tales analogía dan la impresión de un soñoliento laissez faire , es necesario recordar que el Zen no siempre es una suave brisa, como el Taoísmo decadende; con bastante frecuencia es una ráfaga violenta que barre implacablemente todo lo que encuentra a su paso, un ventarrón de hielo que penetra hasta el corazón de todo y lo atraviesa de lado a lado. La libertad y pobreza del Zen es abandonar todo y "seguir adelante", pues esto es lo que la vida misma hace, y el Zen es la religión de la vida.

El Espíritu del Zen

Hasta hace poco tiempo el Budismo Zen era casi totalmente desconocido en Occidente, con excepción de unos pocos orientalistas cuyo interés por el tema era principalmente académico. [...]

El Zen es tan definidamente distinto de cualquier otra forma de Budismo, y hasta podría decirse de cualquier otra forma de religión, que ha provocado la curiosidad de muchos que normalmente no hubieran pensado en mirar hacia Oriente en busca de sabiduría práctica.

Una vez que se provoca curiosidad, no es fácil aplacarla, pues el Zen ejerce una particular fascinación sobre las cansadas mentes de la religión y la filosofía convencionales. Desde un comienzo el Zen se aparta de toda forma de teorización, instrucción doctrinaria y formalidades desprovistas de vida; éstas son tratadas como simples símbolos de la sabiduría, y el Zen está fundado en la práctica y en una experiencia íntima, personal, de la realidad que la mayoría de las formas de la religión y la filosofía no encaran más que como una descripción emocional e intelectual. No se quiere decir con eso que el Zen es el único camino verdadero que lleva a la iluminación; se ha dicho que la diferencia entre el Zen y otras formas de religión reside en que "todos los otros caminos trepan lentamente por las laderas de la montaña, pero el Zen, al igual que un camino romano, arroja a los lados todos los obstáculos y se mueve en línea recta hacia la meta". Después de todo, los credos, los dogmas y los sistemas filosóficos son solamente ideas acerca de la verdad, del mismo modo que las palabras no son hechos sino que hablan acerca de los hechos; mientras que el Zen es una vigorosa tentativa de ponerse en contacto directo con la verdad misma, sin permitir que teorías y símbolos se yergan entre el conocedor y la cosa conocida. En cierto sentido el Zen es sentir la vida en lugar de sentir algo acerca de la vida; no muestra ninguna paciencia hacia la sabiduría de segunda mano, hacia la descripción que haga cualquier persona sobre una experiencia espiritual, o las meras concepciones y creencias. Si bien la sabiduría de segunda mano es valiosa como cartel que señala el camino, con demasiada facilidad se la confunde con el camino mismo, y hasta con la meta final. Son tan sutiles las formas en que las descripciones de la verdad pueden presentarse como la verdad misma, que el Zen es con frecuencia una forma de iconoclastía, una destrucción de las simples imágenes intelectuales de la realidad viviente, cognoscible solamente a través de la experiencia personal.

Pero es en sus métodos de instrucción donde el Zen es único. No hay en él enseñanza doctrinaria, ningún estudio de escrituras, nada de programas formales de desarrollo espiritual. Aparte de unas pocas recopilaciones de sermones de los primeros maestros Zen, que son las únicas tentativas de una exposición racional de sus enseñanzas, la casi totalidad de nuestros antecedentes de la instrucción Zen son un número de diálogos (mondo) entre los maestros y sus discípulos que parecen dedicar muy poca atención a las normas usuales de la lógica y el razonamiento sano, a punto tal que aparecen a primera vista como carentes de sentido. [...]

Pero el Zen no trata de ser inteligible, es decir, de poder ser comprendido por el intelecto. El método del Zen es desconcertar, excitar, intrigar y agotar al intelecto hasta que se perciba que la intelección es solamente acerca de; habrá de provocar, irritar y volver a agotar a las emociones hasta que se vea claramente que la emoción es solamente sentir acerca de , y luego discurrir, cuando el discípulo haya sido sometido a una impasse intelectual y emocional, sobre cómo salvar la brecha que existe entre el contacto conceptual de segunda mano con la realidad y la experiencia de primera mano. Para lograr esto pondrá en juego una facultad más elevada de la mente, conocida como intuición o Buddhi, denominada en ocasiones "Ojo del Espíritu". Resumiendo: el Zen aspira a concentrar la atención sobre la realidad misma, en lugar de hacerlo sobre nuestras reacciones intelectuales y emocionales ante la realidad; siendo la realidad ese algo siempre cambiante, siempre creciente, que conocemos como "vida", que jamás se detiene ni por un instante para que nosotros la hagamos encajar satisfactoriamente dentro de un rígido sistema de casilleros e ideas.

Es así como cualquiera que haga la tentativa de escribir sobre Zen, tiene que enfrentarse con dificultades insólitas: no puede jamás explicar, sólo puede indicar; tan sólo puede ir planteando problemas y proporcionando indicios que, cuando mucho, apenas alcanzaran a acercar al lector a la verdad, pero en el mismo instante en que trata de llegar a una definición exacta, la cosa se le desliza de las manos, y la definición termina siendo nada más que una concepción filosófica.

viernes, 21 de agosto de 2009

Budismo Zen

Hace dos mil quinientos años en India, una persona llamada Siddhartha Gautama simplemente levantó una flor delante de sus discípulos; todos quedaron en silencio menos uno de ellos, quien sonrió profundamente. De ese levantar la flor y esa sonrisa sur...ge lo que llamamos “Zen”.

“¿Qué es el Zen?” Es una pregunta que puede asemejarse a “¿Quién soy yo?”, o a “¿Cuál es el sentido de la vida misma?”. Este interrogante fundamental no puede ser respondido, intelectualmente, de una manera satisfactoria.

Daniel Terragno Roshi dice: “La práctica del Zen es la práctica de retornar al hogar, al interior, a algo más esencial, y así despertar a nuestra naturaleza propia. Su fundamento es el Zazen. La pregunta ‘qué es el Zen’ es enfrentada y encarnada con toda la mente y cuerpo, instante a instante. Es así que nuestra práctica de Zen es la práctica de vivir responsablemente momento a momento.”

La profunda pregunta de qué es el Zen está asentada en tres principios que sostienen el espíritu del estudiante que se sienta a meditar en silencio:

- Gran Duda
- Gran Fe
- Gran Determinación

Estos principios resumen y expresan la experiencia misma del Buddha histórico, el príncipe Gotama, hace más de 2500 años. El príncipe abandonó su palacio a los 28 años, y tras 6 años de intensas prácticas ascéticas, encontró que el camino de la extrema pobreza y ascetismo era tan estéril como el camino de las riquezas, que había experimentado en su infancia y adolescencia en el seno de una familia rica del clan de los Shakya. Gotama, o Shakyamuni, como se le llamaba, decidió alimentarse nuevamente y continuar su indagación sin herir su cuerpo y mente. Luego de un período intenso de meditación alcanzó una experiencia que le iluminó. La gran duda o indagación, la gran fe y confianza, y la firme determinación, guiaron al Buddha histórico hacia la comprensión de su naturaleza fundamental.

Al ver la Estrella de la Madrugada Shakyamuni se iluminó y exclamó: "En este mismo momento, simultáneamente, yo y todos los seres del Gran Universo realizamos el camino".



Su experiencia y la posterior decisión de compartir la misma con todos los seres, gestó el Camino Buddhista. Este se afincó inicialmente en la India y luego se divulgó y echó raíces en otros países asiáticos, como China, Corea y Japón. Y durante el último siglo viajó a Europa y América.

El término Zen deriva del chino Ch'an, el cual proviene a su vez del sánscrito Dhyana, que significa meditación. Desde la experiencia de realización del Buddha histórico, la práctica y vivencia del Buddhismo se ha desplazado por países y continentes, adaptándose y enriqueciendo las formas culturales y religiosas de cada lugar donde se afincaba. En Japón, el Zen desarrolló cinco escuelas de las cuales permanecen activas dos, actualmente, la escuela Soto y la escuela Rinzai.

“El maestro zen Baoche, del Monte Mayu, se estaba abanicando.
Un monje se acercó y dijo, “Maestro, la naturaleza del viento es permanente y no hay sitio que no alcance. ¿Por qué, entonces, te abanicas?”.
“Aunque comprendes que la naturaleza del viento es permanente”, contestó Baoche, “no comprendes lo que significa que alcanza todo sitio”.
“¿Qué significa que alcanza todo sitio?” preguntó el monje otra vez.
El maestro sólo siguió abanicándose. El monje se inclinó profundamente.

La actualización del Buddha-Dharma, la parte vital de su transmisión correcta es como esto. Si dices que no necesitas abanicarte porque la naturaleza del viento es permanente y puedes tener viento sin abanicar, no comprenderás ni la permanencia ni la naturaleza del viento. La naturaleza del viento es permanente; por eso, el viento de la casa de Buddha actualiza el oro de la tierra y hace fragante la espuma del largo río.”
Genjo Koan - Dogen Zenji

“Una transmisión especial aparte de las escrituras
que no depende de palabras y letras
que señala directamente a la Mente/Corazón
hace ver en la Naturaleza Esencial y realiza el Despertar”
Bodhidharma


El camino perfecto carece de dificultades, excepto la de negarse a admitir preferencias, solo cuando se ha liberado del odio y del amor se revela plenamente y sin disfraces, una diferencia de un décimo de pulgada es lo que separa al cielo de la tierra. Si quieres verlos con tus propios ojos, no debes tener pensamientos fijos, ni a favor ni en contra. Todo es adecuado y a la vez nada es adecuado (Zen)

Al vivir en la espontaneidad, en la naturalidad, de nada sirven los dogmas y las teorías. Objetivar, codificar, conceptualizar la realidad es la pretensión obsesiva que persigue el conocimiento convencional del hombre de Occidente. Todo lo que se presenta frente a él, ya sea divino o humano, debe ser clasificado y encapsulado dentro de una definición rígida e inamovible. De esta forma nos formamos ideas, creencias, deseos y aversiones, todas ellas ficticias, ajenas al mundo verdadero de la realidad presente y siempre cambiante.

Penetrar la Vía no es difícil, pero no hay que amar ni odiar, ni elegir ni rechazar. Basta con que no haya ni amor ni odio para que la comprensión aparezca, espontáneamente clara, como la luz del día en una caverna.(Sosan)


Un monje, pidiendo instrucción, le dijo a Bodhidharma: “No tengo nada de paz mental. Por favor, apacigüe mi mente”.

“Trae tu mente aquí al frente mío”, replicó Bodhidharma, “y yo te la apaciguaré”.

“Pero cuando busco mi propia mente” dijo el monje, “no... la puedo encontrar”.

“¡Eso!”, replicó inmediatamente Bodhidharma, “¡he apaciguado tu mente!”

Un monje le dijo a Joshu: “Acabo de entrar en este monasterio. Por favor enséñame”.

Joshu preguntó: “¿Has comido tu potaje de arroz?”

El monje le responde: “Ya he comido”.

Joshu le contesta. “Entonces sería mejor que lavaras tu plato”.



Estos diálogos hacen notar otro aspecto del Zen que es característico. La iluminación en Zen no significa retirarse del mundo, sino al contrario, una activa participación en la vida cotidiana. Este punto de vista atrajo mucho a la mentalidad china que le daba mucha importancia a una vida práctica y productiva y a la idea de la perpetuación de la familia, por lo que no podía aceptar el carácter monástico del Budismo hindú. Los maestros siempre hacían hincapié que Ch’an, o Zen, estaba en nuestra experiencias diarias, “la mente de todos los días”, como proclamaba Ma-Tsu. Se enfatizaba el “despertar” en el medio de las actividades diarias y dejaban muy en claro que veían a la vida diaria, no sólo como la forma de lograr la iluminación, sino como la iluminación misma.


Antes de estudiar Zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos; mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos.La iluminación en Zen no significa retirarse del mundo, sino al contrario, una activa participación en la vida cotidiana.“la vía del guerrero”

La perfeccisón del Zen es por lo tanto vivir la vida diaria de forma natural y espontánea
La inmediata experiencia de la naturaleza Buda de todas las cosas. Lo primero y más importante entre éstas, están los objetos, hechos y personas involucradas en la vida cotidiana, de tal manera que aunque enfatiza las cosas prácticas de la vida, Zen aun así es profundamente mística. Al vivir enteramente en el presente, dándole atención completa a los asuntos diarios, alguien que ha logrado satori, experimenta la admiración y misterio de la vida en cada situación:
¡Qué maravilloso esto, cuan misterioso!
Cargo la leña, saco agua del pozo.

Si mantenéis las manos cerradas, sólo conseguiréis unos pocos granos de arena. Pero si abrís las manos, conseguiréis toda la arena del desierto. (Dogen)

El budismo

El tema de hoy será el budismo. No entraré en esa larga historia que empezó hace dos mil quinientos años en Benares, cuando un príncipe de Nepal - Siddharta o Gautama -, que había llegado a ser el Buddha, hizo girar la rueda de la ley, proclamó las cuatro nobles verdades y el óctuple sendero. Hablaré de lo esencial de esa religión, la más difundida del mundo. Los elementos del budismo se han conservado desde el siglo v antes de Cristo: es decir, desde la época de Heráclito, de Pitágoras, de Zenón, hasta nuestro tiempo, cuando el doctor Suzuki la expone en el Japón. Los elementos son los mismos. La religión ahora está incrustada de mitología, de astronomía, de extrañas creencias, de magia, pero ya que el tema es complejo, me limitaré a lo que tienen en común las diversas corrientes. Éstas pueden corresponder al Hinayana o el pequeño vehículo. Consideremos ante todo la longevidad del budismo.

Esa longevidad puede explicarse por razones históricas, pero tales razones son fortuitas o, mejor dicho, son discutibles, falibles. Creo que hay dos causas fundamentales. La primera es la tolerancia del budismo. Esa extraña tolerancia no corresponde, como en el caso de otras religiones, a distintas épocas: el budismo siempre fue tolerante.

No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista.

La tolerancia del budismo no es una debilidad, sino que pertenece a su índole misma. El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. ¿Qué es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que tiene su origen en el latín yugu.

Un yugo, una disciplina que el hombre se impone. Luego, si comprendemos lo que el Buddha predicó en aquel primer sermón del Parque de las Gacelas de Benares hace dos mil quinientos años, habremos comprendido el budismo. Salvo que no se trata de comprender, se trata de sentido de un modo hondo, de sentido en cuerpo y alma; salvo, también, que el budismo no admite la realidad del cuerpo ni del alma. Trataré de exponerlo.

Además, hay otra razón. El budismo exige mucho de nuestra fe. Es natural, ya que toda religión es un acto de fe. Así como la patria es un acto de fe. ¿Qué es, me he preguntado muchas veces, ser argentino? Ser argentino es sentir que somos argentinos. ¿Qué es ser budista?

Ser budista, es, no comprender, porque eso puede cumplirse en pocos minutos, sentir las cuatro nobles verdades y el óctuple camino.

No entraremos en los vericuetos del óctuple camino, pues esa cifra obedece al hábito hindú de dividir y subdividir, pero si en las cuatro nobles verdades.

Hay, además, la leyenda del Buddha. Podemos descreer de esa leyenda. Tengo un amigo japonés, budista zen, con el cual he mantenido largas y amistosas discusiones. Yo le decía que creía en la verdad histórica del Buddha. Creía, y creo, que hace dos mil quinientos años hubo un príncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que llegó a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el Lúcido -a diferencia de nosotros que estamos dormidos o que estamos soñando ese largo sueño que es la vida -. Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme." Pues bien, Siddharta, a la edad de treinta años, llegó a despertarse y a ser el Buddha.

Con aquel amigo que era budista (yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista) yo discutía y le decía: "¿Por qué no creer en el príncipe Siddharta, que nació en Kapilovastu quinientos años antes de la era cristiana?" Él me respondía: "Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la Doctrina". Agregó, creo que con más ingenio que verdad, que creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella seria algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton. Uno de los temas de meditación que tienen los monjes en los monasterios de la China y el Japón, es dudar de la existencia del Buddha. Es una de las dudas que deben imponerse para llegar a la verdad.

Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendió a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su apóstol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existió o, mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo histórico: lo importante es creer en la Doctrina. Sin embargo, la leyenda del Buddha es tan hermosa que no podemos dejar de referirla.

Los franceses se han dedicado con especial atención al estudio dé la leyenda del Buddha. Su argumento es éste: la biografía del Buddha es lo que le ocurrió a un solo hombre en un breve periodo de tiempo. Puede haber sido de este modo o de tal otro. En cambio, la leyenda del Buddha ha iluminado y sigue iluminando a millones de hombres. La leyenda es la que ha inspirado tantas hermosas pinturas esculturas y poemas. El budismo, además de ser una religión, es una mitología, una cosmología, un sistema metafísico, o, mejor dicho, una serie de sistemas metafísicos, que no se entienden y que discuten entre sí.

La leyenda del Buddha es iluminativa y su creencia no se impone.

En el Japón se insiste en la no historicidad del Buddha. Pero sí en la Doctrina. La leyenda empieza en el cielo. En el cielo hay alguien que durante siglos y siglos, podemos decir literalmente, durante un número infinito de siglos, ha ido perfeccionándose hasta comprender que en la próxima encarnación será el Buddha.

Elige el continente en que ha de nacer. Según la cosmogonía budista el mundo está dividido en cuatro continentes triangulares yen el centro hay una montaña de oro: el monte Meru. Nacerá en el que corresponde a la India. Elige el siglo en que nacerá; elige la casta, elige la madre. Ahora, la parte terrenal de la leyenda. Hay una reina, Maya. Maya significa ilusión. La reina tiene un sueño que corre el albur de parecernos extravagante pero no lo es para los hindúes.

Casada con el rey Suddhodana, soñó que un elefante blanco de seis colmillos, que erraba en las montañas del oro, entró en su costado izquierdo sin causarle dolor. Se despierta; el rey convoca a sus astrólogos y éstos le explican que la reina dará a luz un hijo que podrá ser el emperador del mundo o que podrá ser el Buddha: el Despierto, el Lúcido, el ser destinado a salvar a todos los hombres. Previsiblemente, el rey elige el primer destino: quiere que su hijo sea el emperador del mundo.

Volvamos al detalle del elefante blanco de seis colmillos. Oldemberg hace notar que el elefante de la India es animal doméstico y cotidiano. El color blanco es siempre símbolo de inocencia. ¿Por qué seis colmillos? Tenemos que recordar (habrá que recurrir a la historia alguna vez) que el número seis, que para nosotros es arbitrario y de algún modo incómodo (ya que preferimos el tres o el siete), no lo es en la India, donde se cree que hay seis dimensiones en el espacio: arriba, abajo, atrás, adelante, derecha, izquierda. Un elefante blanco de seis colmillos no es extravagante para los hindúes.

El rey convoca a los magos y la reina da a luz sin dolor. Una higuera inclina sus ramas para ayudarla. El hijo nace de pie y al nacer da cuatro pasos: al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, y dice con voz de león: "Soy el incomparable; éste será mi último nacimiento". Los hindúes creen en un número infinito de nacimientos anteriores. El príncipe crece, es el mejor arquero, es el mejor jinete, el mejor nadador, el mejor atleta, el mejor calígrafo, confuta a todos los doctores (aquí podemos pensar en Cristo y los doctores). A los dieciséis años se casa.

El padre sabe - los astrólogos se lo han dicho - que su hijo corre el peligro de ser el Buddha, el hombre que salva a todos los demás si conoce cuatro hechos que son: la vejez, la enfermedad, la muerte y el ascetismo. Recluye a su hijo en un palacio, le suministra un harén, no diré la cifra de mujeres porque corresponde a una exageración hindú evidente. Pero, por qué no decirlo: eran ochenta y cuatro mil.

El príncipe vive una vida feliz; ignora que hay sufrimiento en el mundo, ya que le ocultan la vejez, la enfermedad y la muerte. El día predestinado sale en su carroza por una de las cuatro puertas del palacio rectangular. Digamos, por la puerta del Norte. Recorre un trecho y ve un ser distinto de todos los que ha visto. Está encorvado, arrugado, no tiene pelo. Apenas puede caminar, apoyándose en un bastón. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. El cochero le contesta que es un anciano y que todos seremos ese hombre si seguimos viviendo.

El príncipe vuelve al palacio, perturbado. Al cabo de seis días vuelve a salir por la puerta del Sur. Ve en una zanja a un hombre aún más extraño, con la blancura de la lepra y el rostro demacrado. Pregunta quién es ese hombre, si es que es un hombre. Es un enfermo, le contesta el cochero; todos seremos ese hombre si seguimos viviendo. El príncipe, ya muy inquieto, vuelve al palacio. Seis días más tarde sale nuevamente y ve a un hombre que parece dormido, pero cuyo color no es el de esta vida. A ese hombre lo llevan otros. Pregunta quién es. El cochero le dice que es un muerto y que todos seremos ese muerto si vivimos lo suficiente.

El príncipe está desolado. Tres horribles verdades le han sido reveladas: la verdad de la vejez, la verdad de la enfermedad, la verdad de la muerte. Sale una cuarta vez. Ve a un hombre casi desnudo, cuyo rostro está lleno de serenidad. Pregunta quién es. Le dicen que es un asceta, un hombre que ha renunciado a todo y que ha logrado la beatitud.

El príncipe resuelve abandonar todo; él, que ha llevado una vida tan rica. El budismo cree que el ascetismo puede convenir, pero después de haber probado la vida. No se cree que nadie deba empezar negándose nada. Hay que apurar la vida hasta lo más vil y despreciable: y luego desengañarse de ella; pero no sin conocimiento de ella.

El príncipe resuelve ser el Buddha. En ese momento le traen una noticia: su mujer, Jasodhara, ha dado a luz un hijo. Exclama: "Un vínculo ha sido forjado." Es el hijo que lo ata a la vida. Por eso le dan el nombre de Vínculo. Siddharta está en su harén, mira a esas mujeres que son jóvenes y bellas y las ve ancianas horribles, leprosas. Va al aposento de su mujer. Está durmiendo. Tiene al niño en los brazos. Está por besarla, pero comprende que si la besa no podrá desprenderse de ella, y se va.

Busca maestros. Aquí tenemos una parte de la biografía que puede no ser legendaria. ¿Por qué mostrarlo discípulo de maestros que después abandonará? Los maestros le enseñan el ascetismo, que él ejerce durante mucho tiempo. Al final está tirado en medio del campo, su cuerpo está inmóvil y los dioses que lo ven desde los treinta y tres cielos, piensan que ha muerto. Uno de ellos, el más sabio, dice:

"No, no ha muerto; será el Buddha". El príncipe se despierta, corre a un arroyo que está cerca, toma un poco de alimento y se sienta bajo la higuera sagrada: el árbol de la ley, podríamos decir.

Sigue un entreacto mágico, que tiene su correspondencia con los Evangelios: es la lucha con el demonio. El demonio se llama Mara.

Ya hemos visto esa palabra nightmare, demonio de la noche. El demonio siente que domina el mundo pero que ahora corre peligro y sale de su palacio. Se han roto las cuerdas de sus instrumentos de música, el agua se ha secado en las cisternas. Apresta sus ejércitos, monota en el elefante que tiene no sé cuántas millas de altura, multiplica sus brazos, multiplica sus armas y ataca al príncipe. El príncipe está sentado al atardecer bajo el árbol del conocimiento, ese árbol que ha nacido al mismo tiempo que él.

El demonio y sus huestes de tigres, leones, camellos, elefantes y guerreros monstruosos le arrojan flechas. Cuando llegan a él, son flores. Le arrojan montañas de fuego, que forman un dosel sobre su cabeza. El príncipe medita inmóvil, con los brazos cruzados. Quizá no sepa que lo están atacando. Piensa en la vida; está llegando al nirvana, a la salvación. Antes de la caída del sol, el demonio ha sido derrotado. Sigue una larga noche de meditación; al cabo de esa noche, Siddharta ya no es Siddharta. Es el Buddha: ha llegado al nirvana.

Resuelve predicar la ley. Se levanta, ya se ha salvado, quiere salvar a los demás. Predica su primer sermón en el Parque de las Gacelas de Benares. Luego otro sermón, el del fuego, en el que dice que todo está ardiendo: almas, cuerpos, cosas están en: fuego. Más o menos por aquella fecha, Heráclito de Éfeso decía que todo es fuego.

Su ley no es la del ascetismo, ya que para el Buddha el ascetismo es un error. El hombre no debe abandonarse a la vida carnal porque la vida carnal es baja, innoble, bochornosa y dolorosa; tampoco al ascetismo, que también es innoble y doloroso. Predica una vía media -para seguir la terminología teológica -, ya ha alcanzado el nirvana y vive cuarenta y tantos años, que dedica a la prédica. Podría haber sido inmortal pero elige el momento de su muerte, cuando ya tiene muchos discípulos.

Muere en casa de un herrero. Sus discípulos lo rodean. Están desesperados. ¿Qué van a hacer sin él? Les dice que él no existe, que es un hombre como ellos, tan irreal y tan mortal como ellos, pero que les deja su Ley. Aquí tenemos una gran diferencia con Cristo. Creo que Jesús les dice a sus discípulos que si dos están reunidos, él será el tercero. En cambio, el Buddha les dice: les dejo mi Ley. Es decir, ha puesto en movimiento la rueda de la ley en el primer sermón. Luego vendrá la historia del budismo. Son muchos los hechos: el lamaísmo, el budismo mágico, el Mahayana o gran vehículo, que sigue al Hinavana o pequeño vehículo, el budismo zen del Japón.

Yo tengo para mí que si hay dos budismos que se parecen, que son casi idénticos, son el que predicó el Buddha y lo que se enseña ahora en la China y el Japón, el budismo zen. Lo demás son incrustaciones mitológicas, fábulas. Algunas de esas fábulas son interesantes. Se sabe que el Buddha podía ejercer milagros, pero al igual que a Jesucristo, le desagradaban los milagros, le desagradaba ejercerlos. Le parece una ostentación vulgar. Hay una historia que contaré: la del bol de sándalo.

Un mercader, en una ciudad de la India, hace tallar un pedazo de sándalo en forma de bol. Lo pone en lo alto de una serie de cañas de bambú, una especie de altísimo palo enjabonado. Dice que dará el bol de sándalo a quien pueda alcanzarlo. Hay maestros heréticos que lo intentan en vano. Quieren sobornar al mercader para que diga que lo han alcanzado. El mercader se niega y llega un discípulo menor del Buddha. Su nombre no se menciona, fuera de ese episodio.

El discípulo se eleva por el aire, vuela seis veces alrededor del bol, lo recoge y se lo entrega al mercader. Cuando el Buddha oye la historia lo hace expulsar de la orden, por haber realizado algo tan baladí.

Pero también el Buddha hizo milagros. Por ejemplo éste, un milagro de cortesía. El Buddha tiene que atravesar un desierto a la hora del mediodía. Los dioses, desde sus treinta y tres cielos, le arrojan una sombrilla cada uno. El Buddha, que no quiere desairar a ninguno de los dioses, se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve, desde arriba, un Buddha protegido por la sombrilla que le ha arrojado.

Entre los hechos del Buddha hay uno iluminativo: la parábola de la flecha. Un hombre ha sido herido en batalla y no quiere que le saquen la flecha. Antes quiere saber el nombre del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras están discutiendo estas cuestiones, se muere. "En cambio -dice el Buddha-, yo enseño a arrancar la flecha." ¿Qué es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado. El Buddha dice que no debemos perder tiempo en cuestiones inútiles. Por ejemplo: ¿es finito o infinito el universo? ¿El Buddha vivirá después del nirvana o no? Todo eso es inútil, lo importante es que nos arranquemos la flecha.

Se trata de un exorcismo, de una ley de salvación.

Dice el Buddha: "Así como el vasto océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la leyes el sabor de la salvación". La ley que él enseña es vasta como el mar pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvación. Desde luego, los continuadores se han perdido (o han encontrado tal vez mucho) en disquisiciones metafísicas. El fin del budismo no es ése. Un budista puede profesar cualquier religión, siempre que siga esa ley. Lo que importa es la salvación y las cuatro nobles verdades: el sufrimiento, el origen del sufrimiento, la curación del sufrimiento y el medio para llegar a la curación. Al final está el nirvana. El orden de las verdades no importa. Se ha dicho que corresponden a una antigua tradición médica en que se trata del mal, del diagnóstico, del tratamiento y de la cura. La cura, en este caso, es el nirvana.

Ahora llegamos a lo difícil. A lo que nuestras mentes occidentales tienden a rechazar. La transmigración, que para nosotros es un concepto ante todo poético. Lo que transmigra no es el alma, porque el budismo niega la existencia del alma, sino el karma, que es una suerte de organismo mental, que transmigra infinitas veces. En el Occidente esa idea está vinculada a varios pensadores, sobre todo a Pitágoras. Pitágoras reconoció el escudo con el que se había batido en la guerra de Troya, cuando él tenía otro nombre. En el décimo libro de La República de Platón está el sueño de Er. Ese soldado ve las almas que antes de beber en el rio del Olvido, eligen su destino. Agamenón elige ser un águila, Orfeo un cisne y Ulises -que alguna vez se llamó Nadie- elige ser el más modesto y el más desconocido de los hombres. .

Hay un pasaje de Empédocles de Agrigento que recuerda sus vidas anteriores: "Yo fui doncella, yo fui una rama, yo fui un ciervo y fui un mudo pez que surge del mar." César atribuye esa doctrina a los druidas. El poeta celta Taliesi dice que no hay una forma en el universo que no haya sido la suya: "He sido un jefe en la batalla, he sido una espada en la mano, he sido un puente que atraviesa sesenta ríos, estuve hechizado en la espuma del agua, he sido una estrella, he sido una luz, he sido un árbol, he sido una palabra en un libro, he sido un libro en el principio." Hay un poema de Rubén Darío, tal vez el más hermoso de los suyos, que empieza así: "Yo fui un soldado que durmió en el lecho / de Cleopatra la reina..." La transmigración ha sido un gran tema de la literatura. La encontramos, también entre los místicos. Plotino dice que pasar de una vida a otra es como dormir en distintos lechos y en distintas habitaciones. Creo que todos hemos tenido alguna vez la sensación de haber vivido un momento parecido en vidas anteriores. En un hermoso poema de Dante Gabriel Rossetti, "Sudden light", se lee, I have been here before, "Yo estuve aquí". Se dirige a una mujer que ha poseído o que va a poseer y le dice: "Tú ya has sido mía y has sido mía un número infinito de veces y seguirás siendo mía infinitamente." Esto nos lleva a la doctrina de los ciclos, que está tan cerca del budismo, y que San Agustín refutó en La Ciudad de Dios.

Porque a los estoicos y a los pitagóricos les había llegado la noticia de la doctrina hindú: que el universo consta de un número infinito de ciclos que se miden por calpas. La calpa trasciende la imaginación de los hombres. Imaginemos una pared de hierro. Tiene dieciséis millas de alto y cada seiscientos años un ángel la roza. La roza con una tela finísima de Benares. Cuando la tela haya gastado la muralla que tiene dieciséis millas de alto, habrá pasado el primer día de una de las calpas y los dioses también duran lo que duran las calpas y después mueren.

La historia del universo está dividida en ciclos y en esos ciclos hay largos eclipses en los que no hay nada o en los que sólo quedan las palabras del Veda. Esas palabras son arquetipos que sirven para crear las cosas. La divinidad Brahma muere también y renace. Hay un momento bastante patético en el que Brahma se encuentra en su palacio. Ha renacido después de una de esas calpas, después de uno de esos eclipses. Recorre las habitaciones, que están vacías. Piensa en otros dioses. Los otros dioses surgen a su mandato; y creen que el Brahma los ha creado porque estaban ahí antes.

Detengámonos en esta visión de la historia del universo. En el budismo no hay un Dios; o puede haber un Dios pero no es lo esencial. Lo esencial es que creamos que nuestro destino ha sido prefijado por nuestro karma o karman. Si me ha tocado nacer en Buenos Aires en 1899, si me ha tocado ser ciego, si me ha tocado estar pronunciando esta noche esta conferencia ante ustedes, todo esto es obra de mi vida anterior. No hay un solo hecho de mi vida que no haya sido prefijado por mi vida anterior. Eso es lo que se llama el karma. El karma, ya lo he dicho, viene a ser una estructura mental, una finísima estructura mental.

Estamos tejiendo y entretejiendo en cada momento de nuestra vida. Es que tejen, no sólo nuestras voliciones, nuestros actos, nuestros semisueños, nuestro dormir, nuestra semivigilia: perpetuamente estamos tejiendo esa cosa. Cuando morimos, nace otro ser que hereda nuestro karma.

Deussen, discípulo de Schopenhauer, que quiso tanto al budismo, cuenta que se encontró en la India con un mendigo ciego y se compadeció de él. El mendigo le dijo: "Si yo he nacido ciego, ello se debe a las culpas cometidas en mi vida anterior; es justo que yo sea ciego".

La gente acepta el dolor. Gandhi se opone a la fundación de hospitales diciendo que los hospitales y las obras de beneficencia simplemente atrasan el pago de una deuda, que no hay que ayudar a los demás: si los demás sufren deben sufrir puesto que es una culpa que tienen que pagar y si yo los ayudo estoy demorando que paguen esa deuda, El karma es una ley cruel, pero tiene una curiosa consecuencia matemática: si mi vida actual está determinada por mi vida anterior, esa vida anterior estuvo determinada por otra; y ésa, por otra, y así sin fin. Es decir: la letra z estuvo determinada por la y, la y por la x, la x por la v, la v por la u, salvo que ese alfabeto tiene fin pero no tiene principio. Los budistas y los hindúes, en general, creen en un infinito actual; creen que para llegar a este momento ha pasado ya un tiempo infinito, y al decir infinito no quiero decir indefinido, innumerable, quiero decir estrictamente infinito.

De los seis destinos que están permitidos a los hombres (alguien puede ser un demonio, puede ser una planta, puede ser un animal), el más difícil es el de ser hombre, y debemos aprovecharlo para salvarnos.

El Buddha imagina en el fondo del mar una tortuga y una ajorca que flota. Cada seiscientos años, la tortuga saca la cabeza y seria muy raro que la cabeza calzara en la ajorca. Pues bien, dice el Buddha, "tan raro como el hecho de que suceda eso con la tortuga y la ajorca es el hecho de que seamos hombres. Debemos aprovechar el ser hombres para llegar al nirvana".

¿Cuál es la causa del sufrimiento, la causa de la vida, ya que negamos el concepto de un Dios, ya que no hay un dios personal que cree el universo? Ese concepto es lo que Buddha llama la zen. La palabra zen puede parecernos extraña, pero vamos a compararla con otras palabras que conocemos.

Pensemos por ejemplo en la Voluntad de Schopenhauer. Schopenhauer concibe Die Welt als Wille und Vorstellung, El mundo como voluntad y representación. Hay una voluntad que se encarna en cada uno de nosotros y produce esa representación que es el mundo.

Eso lo encontramos en otros filósofos con un nombre distinto. Bergson habla del élan vital, del ímpetu vital; Bernard Shaw, de the life force, la fuerza vital, que es lo mismo. Pero hay una diferencia: para Bergson y para Shaw el élan vital son fuerzas que deben imponerse, debemos seguir soñando el mundo, creando el mundo. Para Schopenhauer, para el sombrío Schopenhauer, y para el Buddha, el mundo es un sueño, debemos dejar de soñarlo y podemos llegar a ello mediante largos ejercicios. Tenemos al principio el sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es, forzosamente, desdicha; ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, que para el Buddha es uno de los más patéticos: no estar con quienes queremos.

Tenemos que renunciar a la pasión. El suicidio no sirve porque es acto apasionado. El hombre que se suicida está siempre en el mundo de los sueños. Debemos llegar a comprender que el mundo es una aparición, un sueño, que la vida es sueño. Pero eso debemos sentirlo profundamente, llegar a ello a través de los ejercicios de meditación.

En los monasterios budistas uno de los ejercicios es éste: el neófito tiene que vivir cada momento de su vida viviéndolo plenamente. Debe pensar: "ahora es el mediodía, ahora estoy atravesando el patio, ahora me encontraré con el superior", y al mismo tiempo debe pensar que el mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como él y como sus pensamientos. Porque el budismo niega el yo.

Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonia Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo "yo pienso", estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no "yo pienso", sino "se piensa", como se dice "llueve". Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acción; no, está sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace frío, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto.

En los monasterios budistas los neófitos son sometidos a una disciplina muy dura. Pueden abandonar el monasterio en el momento que quieran. Ni siquiera -me dice María Kodama - se anotan los nombres. El neófito entra en el monasterio y lo someten a trabajos muy duros. Duerme y al cabo de un cuarto de hora lo despiertan; tiene que lavar, tiene que barrer; si se duerme lo castigan físicamente. Así, tiene que pensar todo el tiempo, no en sus culpas, sino en la irrealidad de todo. Tiene que hacer un continuo ejercicio de irrealidad.

Llegamos ahora al budismo zen y a Bodhidharma. Bodhidharma fue el primer misionero, en el siglo VI. Bodhidharma se traslada de la India a la China y se encuentra con un emperador que había fomentado el budismo y le enumera monasterios y santuarios y le informa del número de neófitos budistas. Bodhidharma le dice: 'Todo eso pertenece al mundo de la ilusión; los monasterios y los monjes son tan irreales como tú y como yo." Después se va a meditar y se sienta contra una pared.

La doctrina llega al Japón y se ramifica en diversas corrientes. La más famosa es la zen. En la zen se ha descubierto un procedimiento para llegar a la iluminación. Sólo sirve después de años de meditación. Se llega bruscamente; no se trata de una serie de silogismos. Uno debe

intuir de pronto la verdad. El procedimiento se llama satori y consiste en un hecho brusco, que está más allá de la lógica.

Nosotros pensamos siempre en términos de sujeto, objeto, causa, efecto, lógico, ilógico, algo y su contrario; tenemos que rebasar esas categorías. Según los doctores de la zen, llegar a la verdad por una intuición brusca, mediante una respuesta ilógica. El neófito pregunta al maestro qué es el Buddha. El maestro le responde: "El ciprés es el huerto." Una contestación del todo ilógica que puede despertar la verdad. El neófito pregunta por qué Bodhidharma vino del Oeste. El maestro puede responder: "Tres libras de lino." Estas palabras no encierran un sentido alegórico; son una respuesta disparatada para despertar, de pronto, la intuición. Puede ser un golpe, también. El discípulo puede preguntar algo y el maestro puede contestar con un golpe. Hay una historia -desde luego tiene que ser legendaria- sobre Bodhidharma.

A Bodhidharma lo acompañaba un discípulo que le hacía preguntas y Bodhidharma nunca contestaba. El discípulo trataba de meditar y al cabo de un tiempo se cortó el brazo izquierdo y se presentó ante el maestro como una prueba de que quería ser su discípulo. Como una prueba de su intención se mutiló deliberadamente. El maestro, sin fijarse en el hecho, que al fin de todo era un hecho físico, un hecho ilusorio, le dijo: "¿Qué quieres?" El discípulo le respondió:

"He estado buscando mi mente durante mucho tiempo y no la he encontrado." El maestro resumió: "No la has encontrado porque no existe." En ese momento el discípulo comprendió la verdad, comprendió que no existe el yo, comprendió que todo es irreal. Aquí tenemos, más o menos, lo esencial del budismo zen.

Es muy difícil exponer una religión, sobre todo una religión que uno no profesa. Creo que lo importante no es que vivamos el budismo como un juego de leyendas, sino como una disciplina; una disciplina que está a nuestro alcance y que no exige de nosotros el ascetismo. Tampoco nos permite abandonarnos a las licencias de la vida carnal. Lo que nos pide es la meditación, una meditación que no tiene que ser sobre nuestras culpas, sobre nuestra vida pasada.

Uno de los temas de meditación del budismo zen es pensar que nuestra vida pasada fue ilusoria. Si yo fuera un monje budista pensaría en este momento que he empezado a vivir ahora, que toda la vida anterior de Borges fue un sueño, que toda la historia universal fue un sueño. Mediante ejercicios de orden intelectual nos iremos liberando de la zen. Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz.

Llegaremos a un estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga a la sensación del pensamiento y una prueba de ello estaría en la historia del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada, llega al nirvana, y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la ley durante muchos años.

¿Qué significa llegar al nirvana? Simplemente, que nuestros actos ya no arrojan sombras. Mientras estamos en este mundo estamos sujetos al karma. Cada uno de nuestros actos entreteje esa estructura mental que se llama karma. Cuando hemos llegado al nirvana nuestros actos ya no proyectan sombras, estamos libres. San Agustín dijo que cuando estamos salvados no tenemos por qué pensar en el malo en el bien. Seguiremos obrando el bien, sin pensar en ello.

¿Qué es el nirvana? Buena parte de la atención que ha suscitado el budismo en el Occidente se debe a esta hermosa palabra. Parece imposible que la palabra nirvana no encierre algo precioso. ¿Qué es el nirvana, literalmente? Es extinción, apagamiento. Se ha conjeturado que cuando alguien alcanza el nirvana, se apaga. Pero cuando muere, hay gran nirvana, y entonces, la extinción. Contrariamente, un orientalista austriaco hace notar que el Buddha usaba la física de su época, y la idea de la extinción no era entonces la misma que ahora: porque se pensaba que una llama, al apagarse, no desaparecía.

Se pensaba que la llama seguía viviendo, que perduraba en otro estado, y decir nirvana no significaba forzosamente la extinción. Puede significar que seguimos de otro modo. De un modo inconcebible para nosotros. En general, las metáforas de los místicos son metáforas nunciales, pero las de los budistas son distintas. Cuando se habla del nirvana no se habla del vino del nirvana o de la rosa del nirvana o del abrazo del nirvana. Se lo compara, más bien, con una isla. Con una isla firme en medio de las tormentas. Se lo compara con una alta torre; puede comparárselo con un jardín, también. Es algo que existe por su cuenta, más allá de nosotros.

Lo que he dicho hoy es fragmentario. Hubiera sido absurdo que yo expusiera una doctrina a la cual he dedicado tantos años -y de la que he entendido poco, realmente - con ánimo de mostrar una pieza de museo. Para mí el budismo no es una pieza de museo: es un camino de salvación. No para mí, pero para millones de personas. Es la religión más difundida del mundo y creo haberla tratado con todo respeto, al exponerla esta noche.

Conferencia de Jorge Luís Borges sobre el budismo



Los budistas, que respetan profundamente esta flor, comparan sus cuatro virtudes:
fragancia, limpieza, ternura y suavidad;
con las cuatro virtudes del reino del Dharma (las enseñanzas del Buddha, El Iluminado): permanencia, regocijo, sí mismo y pureza.

En budismo, la flor de loto simboliza la pureza y perfección intrínseca de todos los seres. El loto comienza su vida en el lodo, y sin embargo crece hacia arriba, y florece después de haber salido de la superficie del agua. Similarmente, los humanos, atascados en la oscuridad de la ignorancia, despliegan las verdaderas cualidades de sabiduría y compasión una vez que han transcendido sus deseos, enojo e ignorancia.

ley mistica

Ley suprema de la vida y del universo, ley de Nam-myoho-renge-kyo.

la Ley Mística que rige la vida eternamente por todo el universo. Nichiren Daishonin reveló esta ley como el principio fundamental dentro de la enseñanza máxima del budismo, el Sutra del Loto. Toda vida es una expresión o manifestación de dicha ley. Así que cuando entonamos las palabras de esta ley Mística, armonizamos nuestras vidas con el ritmo perfecto del universo. El resultado se traduce en un aumento de la fuerza vital, sabiduría, misericordia y la buena fortuna para enfrentar todos los desafíos que se nos presentan.

El 28 de abril de 1253, Nichiren Daishonin proclamó por primera vez públicamente que la esencia de su enseñanza yacía en invocar Nam Myoho Renge Kyo.

¿Qué es Nam Myoho Renge Kyo? Nichiren Daishonin declaró que es la Ley Universal y la realidad esencial de la vida. Como tal, no puede ser comprendida sólo con una definición verbal. Intentarlo sería equivalente a cavar un glaciar con una cucharita. En verdad, sólo la práctica del Budismo puede revelar los más profundos significados de Nam Myoho Renge Kyo. Sin embargo, existe una definición superficial para cada una de las palabras que la componen.

NAM se traduce como “me devociono a”, “coloco mi vida en ritmo con” o “regreso mi vida a” esta fuerza Myoho Renge Kyo. Es la palabra NAM la que nos permite utilizar la fuerza inherente de la vida. Con nuestra vida, cuerpo y mente, cada parte de nosotros mismos, nos devocionamos a la Ley Mística para despertar a la condición de vida de buda o iluminación, en el interior de nosotros mismos y extraer sabiduría inextinguible, fuerza vital infinita y absoluta felicidad que funcionan según las circunstancias cambiantes.

MYOHO significa literalmente Ley Mística. MYO (místico) significa “insondable” y HO significa ley. MYOHO es la Ley que penetra todas las realidades de la vida. MYO es el nombre que se le da a la naturaleza mística y HO a sus funciones o manifestaciones. MYO es aquello que no se ve, como las profundas e invisibles corrientes en el fondo del océano que producen la ola en la superficie. La aparición de la ola es HO, un fenómeno visible causado por algo profundo e invisible, no captado por nuestra vista. Así pues MYO es lo que no vemos, lo intangible y sin embargo es la dinámica fuerza de la vida del universo y HO es el aspecto visible y tangible de esa fuerza. Las dos cosas unidas son la realidad de la vida. Los fenómenos (HO) son cambiantes, pero todos los fenómenos están impregnados por una realidad constante conocida como MYO.

RENGE significa ‘flor de loto’. El loto produce flores y semillas al mismo tiempo y, así, representa la simultaneidad de causa y efecto, que es una expresión de la Ley Mística. Causa y efecto simultáneos significa, esencialmente, que el futuro puede ser determinado por las causas presentes. Creamos causas mediante nuestros pensamientos, palabras y acciones. Con cada causa que hacemos, un efecto se registra simultáneamente en las profundidades de la vida, y los efectos se manifiestan cuando nos encontramos con las circunstancias correctas en nuestro ambiente. La vida misma es una serie de causas y efectos simultáneos sinfín. A esto se llama karma. La ley de causa y efecto explica que todos tenemos una responsabilidad personal con nuestro destino. Nosotros lo creamos y podemos cambiarlo. La causa más poderosa que podemos hacer es entonar Nam myoho renge kyo, de esta forma, el efecto de la budeidad se crea simultáneamente en las profundidades de nuestra vida y definitivamente se manifestará a su tiempo. La flor de loto crece y florece en un estanque lodoso y, no obstante, permanece prístina e inmaculada simbolizando el surgimiento de la budeidad desde el interior de la vida de una persona ordinaria. RENGE significa, entonces, revelar la naturaleza fundamental de la realidad de la vida.

KYO se traduce a menudo como sonido o vibración, pero un estudio más profundo del término, revela que también quiere decir “hilo” que significa el eslabón que conecta todo a través de la eternidad, la vida que continúa a través del pasado, presente y futuro del universo. Además significa sutra o enseñanza y tomar conciencia de que nuestra propia vida es la Ley Mística y por lo tanto, la vida de todos los demás. También, KYO indica que la iluminación del Buda, que está corporificada como Myoho Renge Kyo, será preservada y transmitida por toda la eternidad.

Nam myoho renge kyo es la invocación máxima de la vida, a menudo conocida como el lenguaje del Buda. Es imprescindible entender que cuando entonamos Nam myoho renge kyo, a diferencia de otras religiones, no rezamos a una divinidad externa, sino hacia las profundidades de nuestro ser. La recitación repetida de Nam myoho renge kyo es la práctica primordial de los miembros de la SGI. A través de esta práctica, uno es capaz de manifestar el estado de budeidad, el cual se experimenta como un incremento natural de fuerza vital o energía, valor, sabiduría y misericordia para tomar la acción correcta.

Los fenómenos del cosmo que trabajan para nuestra felicidad

La invocación de la Ley Mística hace surgir la vitalidad

Llamamos deidades Budistas a los fenómenos del universo que nos orientan hacia la felicidad y al progreso. Son las funciones de la vida del cosmos que actúan positivamente protegiendo a las personas.

Supongamos, por ejemplo, que vamos de paseo en bicicleta un día de primavera con un Sol radiante, y de repente, comienza a soplar un viento fuerte. Si vamos con viento favorable, pedalearemos muy fácilmente avanzando; pero si tenemos viento en contra sería muy cansador.

En el caso del viento favorable, este nos ayuda y protege. Cualquier función que proteja a los creyentes de la Ley Mística y los orienta hacia la felicidad, ya sea una función de la naturaleza, sociedad o de algún ser humano, en el Budismo es llamado protección de las "deidades Budistas". Aunque digamos "dioses", esta palabra se usa con un significado completamente distinto al del Ĕlohîm de la creación del judeo-cristiana o los dioses del sintoísmo.

En la primera oración silenciosa del Gongyo de la mañana dice: "Manifiesto mi agradecimiento a los shoten zenjin, funciones de la vida y del ambiente que actúan para protegernos día y noche. Oro para que su fuerza protectora se fortalezca y aumente cada vez más, a través de mi práctica de la Ley". Según el capítulo “Introducción” (Jo) del Sutra del Loto, las deidades Budistas, incluidos Bonten, Taishaku, se reúnen en ese lugar para escuchar la prédica del Sutra del Loto, y prometen que sin falta protegerán a los creyentes del Budismo Verdadero.

En el capítulo catorce del Sutra del Loto, “Prácticas pacíficas” (Anrakugyo) dice: "Las deidades Budistas siempre protegerán a los creyentes del Budismo Verdadero durante el día y la noche". Es decir, Las deidades Budistas protegen a quienes practican correctamente la Ley Mística y la propagan. Por eso, no son de ninguna manera objetos de fe ni de invocación, sino que solamente actúan para proteger a quienes practican con firmeza la Ley Mística.

Las deidades Budistas se reúnen donde la Ley Mística puede ser escuchada. Cuando nuestro comportamiento se basa en esta “Ley”, recibimos la protección de los dioses.

Cuando Nichiren Daishonin sufría la persecución de Tatsunokuchi, amonestó severamente a Las deidades Budistas para que lo protegieran y poco después, una luz deslumbrante atravesó el cielo desde la isla de Eno. Se dice que pudo haber sido un aerolito o algún otro fenómeno que haya surgido después que el Daishonin amonestara a los dioses, justo antes de ser decapitado; pero que indica que no es una simple casualidad, sino el resultado natural de acuerdo a la profunda filosofía de vida del Budismo.

Fue la firme determinación (ichinen) del Daishonin, su poderosa fuerza vital lo que activó la protección de los Dioses Budistas en ese momento crucial.

En el Gosho dice: "Cuanto más poderosa es la fe, mayor es la protección de las deidades (Gosho Zenshu, pág.1186)”. El punto importante es que la protección de Las deidades Budistas se manifiesta según la fortaleza de la fe. Las deidades Budistas no están fuera de nuestra vida, sino que nuestra fuerza vital y nuestra fe los ponen en funcionamiento.

El Gosho también dice: "la naturaleza fundamental de la vida se manifiesta como Bonten y Taishaku (Gosho Zenshu, pág.997)”. La naturaleza fundamental se refiere al estado de vida e iluminación se refiere al brillo de la vida.

Cuando vivimos practicando con firmeza, la vida es brillante y surgen Las deidades Budistas. Por ende, cuando dice que "Bonten y Taishaku protegen al creyente de la Ley Mística", también lo podríamos interpretar como que uno puede hacer surgir una vitalidad pura y poderosa.

El Budismo explica que la persona y su medio ambiente son inseparables (Esho Funi) y que por eso el ambiente protege al creyente de la Ley Mística. Tener esa protección depende de la persona. Por ejemplo, supongamos que el Sol está brillando en el cielo. Si uno está gravemente enfermo, los rayos del Sol pueden ser perjudiciales para su salud, pero serían placenteros para aquellos que gozan de una buena salud. Aunque los rayos del Sol sean los mismos, el efecto depende de la situación de la persona. Por lo tanto, la misma función de la naturaleza actuaría como Las deidades Budistas o como algo perjudicial según la situación de la persona.

Las creencias equivocadas atraen el desastre al país

Como lo mencionamos anteriormente, nosotros los que practicamos la Ley Mística, somos capaces de cambiar cualquier circunstancia en una función de las deidades Budistas a través de nuestra determinación basada en la fe firme. Por eso, no nos lamentemos por no tener el apoyo de los de las energias Budistas cuando sufrimos alguna dificultad. Más bien, decidamos construir una fe firme para vivir por el logro del kosen-rufu. Entonces, todas las condiciones negativas se transforman en función de Las deidades Budistas, permitiéndonos progresar y construir una felicidad estable en nuestra vidas.

La existencia de Las deidades Budistas, representados por el Sol y la Luna no son algo sobrenatural. Lo importante es la manera en que adoptamos su luz, su calor u otras funciones para dirigirnos a un estado de felicidad indestructible. Todo ello dependerá de nuestra determinación y fuerza vital. Debemos elevar y fortalecer nuestra vida fundamentalmente con la Ley Mística. En la tesis "Pacificación de la Tierra a través del establecimiento del Budismo Verdadero" (Rissho Ankoku Ron) el Daishonin nos dice que si las creencias equivocadas que debilitan la vida prosperan por todo el país, entonces el poder de Las deidades Budistas disminuiría en la gente y en la tierra, aconteciendo desastres y calamidades.

Si aumentan las personas que practican la Ley Mística, la sociedad se llenará de fuerza vital. Por eso, es de gran importancia nuestra práctica budista con fe firme y fuerte determinación para el logro del kosen-rufu.

¿Qué es el Budismo?

El Budismo es un camino de enseñanzas prácticas. Las prácticas Budistas, tales como la meditación, son un medio para que uno mismo se transforme, desarrollando las cualidades de consciencia, bondad y sabiduría. La experiencia desarrollada dentro de la Tradición Budista durante miles de años creyó un recurso incomparable para aquellos que desean seguir un sendero del desarrollo espiritual. El sendero Budista nos lleva a lo que se conoce como Iluminación o Budiedad

¿Quién fue el Buda?

La palabra Buda es un título o un epíteto y no un nombre. Significa "alguien que está despierto" en el sentido de haberse "despertado a la realidad". El título describe el logro de un hombre llamado Siddharta Gautama, quien vivió hace 2,500 años en el norte de la India. Cuando tenía 35 años, después de largos años de esfuerzo, logró la Iluminación al estar en una profunda meditación. Durante los restantes 45 años de su vida viajó por gran parte del norte de la India, diseminando su enseñanza del sendero hacia la Iluminación. Su enseñanza se conoce en el Oriente como el Buddha-Dharma - "la Enseñanza del Iluminado".

Viajando de lugar a lugar, el Buda enseñó a numerosos discípulos, muchos de los cuales lograron también este estado de Iluminación. Ellos, a su vez, enseñaron a otros y de este modo una cadena ininterrumpida de enseñanza que continua hasta el día de hoy.

El Buda no era un Dios ni profeta de Dios, tampoco se declaró como un Ser divino. En el Budismo no existe el concepto de un Dios creador. El Buda fue un ser humano quien, a través de esfuerzos tremendos, se transformó y trascendió su limitación humana creándose en el un nuevo orden de Ser: Un ser Iluminado.

El estado de Iluminación que alcanzó tiene tres facetas. 1) Es un estado de "Sabiduría", de ver las cosas como realmente son. 2) Es una fuente de "Compasión" o Amor que se manifiesta en una actividad constante para el beneficio de todos los seres. 3) Y es la liberación total de las energías de la mente y cuerpo para que estén al servicio de la mente plenamente consciente.

Este concepto de la Iluminación no se conoce en Occidente donde tenemos limitados entendimientos de la capacidad espiritual que la vida ofrece. Algunos estudioso la interpreten en un sentido humanístico como llegar a ser un humano ético y con cualidades morales, careciendo de un orden espiritual. Otros entienden la meta en términos de un Dios mas allá de todo y creador de las cosas, la meta en este caso seria comunión o unión con El.

Buda (c. 563-c. 486 a.C.), fundador del Budismo. Nació en el bosque Lumbini, en las proximidades de Kapilavastu (actualmente en Nepal, cerca de la frontera con la India). El nombre de Gautama Buda, por el que se conoce al Buda histórico, es una combinación del nombre de su familia, Gautama, y el epíteto Buda, que significa El Iluminado. A pesar de todos los esfuerzos realizados por los analistas y estudiosos, las fechas de su nacimiento y muerte siguen siendo dudosas. Las diversas fuentes budistas están de acuerdo en que vivió 80 años, pero no sobre las fechas concretas. Los seguidores de la escuela budista Theravada sitúan su nacimiento en el año 623 a.C. y su muerte en el 543 a.C., pero estas dataciones son rechazadas por la mayoría de los historiadores occidentales e hindúes. Las fuentes antiguas ofrecen dos cronologías diferentes: la cronología larga, basada en fuentes cingalesas, que sitúa el nirvana final de Buda alrededor de 218 años antes de la consagración del rey Asoka (273 a.C.); y la cronología breve, avalada por todas las fuentes chinas y sánscritas, que datan la muerte de Buda 100 años después de la consagración de Asoka.

Todos los relatos que han llegado hasta la actualidad sobre la vida de Buda fueron escritos muchos años después de su muerte por discípulos proclives a la idealización de su maestro, por lo que resulta difícil separar los acontecimientos reales de los numerosos mitos y leyendas sobre su vida. Además, la mayor parte de las tradiciones budistas sostiene que Buda no fue sino la última encarnación en una serie de vidas recogidas en diversas historias edificantes. Para el budismo, los mitos y leyendas que rodean la figura del Buda histórico son tan importantes como sus palabras y hechos, de ahí que los detalles históricos de su vida resulten difíciles de establecer y, acaso por ello, no reciban un tratamiento preferente respecto a los relatos y doctrinas que se añadieron.

INFANCIA Y JUVENTUD

Hijo del jefe de la clase guerrera Sakya, de Kapilavastu, Buda nació con el nombre de Siddhartha. Después de su iluminación fue conocido también por el nombre de Sakyamuni (sabio de los Sakyas). Dice la leyenda que su madre, Mahamaya, poco antes de dar a luz soñó que un hermoso elefante blanco se introducía en su matriz. Ella falleció poco después de nacer su hijo. Se dice que los brahmanes examinaron al recién nacido y predijeron su destino como monarca universal o Buda. Fue educado por su padre y su madrastra en un ambiente de lujo y, al parecer, mostró una temprana inclinación hacia la meditación y la reflexión, lo que disgustó a su progenitor, que quería hacer de él un guerrero y un gobernante más que un filósofo religioso. En sus propios discursos Buda recordó que meditó y entró en su primer trance cuando aún era niño. Cediendo a los deseos de su padre, se casó muy joven y participó en la vida mundana de la corte. Tuvo un hijo, a quien llamó Rahula ('Vínculo').

Según la tradición, Buda empezó a buscar la iluminación a los 29 años, cuando vio por primera vez un anciano, un hombre enfermo y un cadáver, descubriendo de pronto que el sufrimiento es el destino de toda la humanidad. Después se encontró con un pacífico y sereno monje mendicante, y a partir de entonces decidió adoptar su forma de vida, por lo que abandonó a su familia, la riqueza y el poder para iniciar la búsqueda de la verdad. Esta decisión, que el budismo denomina Gran Renuncia, es celebrada por los budistas como un momento crucial en la historia.

Así pues, abandonó de inmediato el palacio, a su mujer y a su hijo y salió al encuentro del mundo. Vagó como mendigo por el norte de la India, donde recibió las enseñanzas de algunos famosos maestros brahmanes, los cuales pronto agotaron su capacidad para enseñarle. Continuó su búsqueda y terminó por establecerse en Uruvela (cerca de la actual ciudad de Bod Gaya), con cinco de sus discípulos, uno de los cuales también había formado parte de los brahmanes que reconocieron como Buda al recién nacido Siddhartha. Durante casi seis años se esforzó por alcanzar la iluminación a través de la práctica de un severo ascetismo, convirtiéndose en un auténtico esqueleto viviente. Tras demostrarse infructuoso este método, volvió de modo gradual a realizar una dieta normal, recuperó su salud y modificó su régimen ascético, aunque perdió en este proceso a sus discípulos, que condenaron lo que consideraron su nueva debilidad.


¿Que enseña el Budismo?

El Budismo ve a la vida como un proceso en constante cambio y sus prácticas tratan de tomar ventaja de éste principio inherente de las cosas. Esto significa que uno puede cambiar para mejorar. El factor decisivo para transformarnos es la mente y el Budismo se ha desarrollado muchos métodos para trabajar con la mente. Uno de los principales es la meditación, la cual es una forma de desarrollar estados mentales más positivos caracterizados por calma, concentración, consciencia y emociones como la amistad, ecuanimidad y felicidad. Usando la mente clara y positiva que se desarrolla en la meditación, es posible tener una mayor comprensión de uno mismo, de los demás y de la vida misma.

El budismo
¿qué es el budismo? Normalmente consideramos que la religión es creer en Dios, o mejor dicho, en creer en cualquiera de sus manifestaciones divinas; sin embargo, en el budismo no se habla de Dios alguno.

De esta forma la cuestión que se pregunta es si el budismo se trata de una religión o si se trata sencillamente de una filosofía -una visión particular del mundo, con pautas de comportamiento ético-, o si por el otro lado es más bien una especie de psicoterapia, una manera de comprendernos a nosotros mismos y afrontar los dilemas que la vida nos plantea. En cierto modo el budismo abarca todo esto y al mismo tiempo incluye mucho más.

Un sendero de comprensión directa
El budismo invita a reconsiderar las ideas preconcebidas sobre la religión. Se ocupa de las verdades que van más allá de lo puramente racional, revelando una visión trascendental de la realidad que en su conjunto sobrepasa todas las categorías usuales de pensamiento. El camino budista es una forma de entrenamiento espiritual que con el tiempo lleva a una comprensión directa y personal de dicha visión trascendental.

El sendero empieza desde nuestro propio potencial
Todos tenemos la capacidad de ser más despiertos, más sabios, más felices y más libres de lo que normalmente somos. Tenemos la capacidad de penetrar directamente en la esencia de la realidad, de llegar a conocer las cosas tal como son. Las enseñanzas y métodos del budismo tienen eso como un objetivo final: posibilitar la comprensión plena de nuestro propio potencial.

La expansión del budismo en el mundo
A lo largo de su larga historia, el budismo se extendió a todos los países de Asia. Allí donde aparecía, la interacción entre la cultura indígena local y las nuevas enseñanzas que provenían del Buda causaban profundos efectos en las dos. En muchos casos el budismo dio lugar a un renacimiento cultural en estas culturas a las que llegaban. En algunas situaciones, como ocurrió en el Tibet, se convirtió incluso en heraldo de la cultura. A medida que el budismo se extendía, experimentaba a su vez cambios y llegaba a adaptarse a las circunstancias culturales específicas de cada zona, esto para así poder expresar sus principios directamente. Así, actualmente distinguimos los budismos de Sri Lanka, Tailandia, Birmania, Vietnam, Camboya, Laos, Nepal, Tibet, China, Mongolia, Rusia y Japón (incluso algunos historiadores creen, a partir de recientes hallazgos arqueológicos importantes, que países de medio oriente tuvieron también en su historia un periodo budista), y dentro de estos podemos observar una amplia y desconcertante variedad de tradiciones, escuelas y subescuelas. La pregunta que surge es cuál, de entre todo este abanico, es el verdadero budismo y a su vez qué tienen en común todos estos enfoques diferentes.


ILUMINACIÓN

A los 35 años de edad dio un gran paso hacia la Iluminación mientras estaba sentado bajo una higuera de agua en Bod Gaya. La tradición dice que una noche se sentó decidido a no levantarse hasta haber alcanzado el nirvana. Primero fue asaltado por los ejércitos demoniacos de Mara, señor de la ilusión, que intentaron sustraerle de su meditación. Mara se retiró vencido, incapaz de romper su concentración, y Buda siguió meditando. Durante la noche alcanzó niveles de conciencia cada vez más altos, llegando a conocer sus vidas anteriores y al "ojo divino" capaz de seguir la reencarnación de todos los seres. Captó las Cuatro Nobles Verdades: la vida es sufrimiento; la causa de este sufrimiento proviene de que el hombre desconoce la naturaleza de la realidad y se apega a los bienes materiales; el sufrimiento puede tener fin si el hombre logra superar su ignorancia y renuncia a las ataduras mundanas; el camino para lograr esta superación es la Óctuple Senda (o Camino de las Ocho Etapas), que se resume en principios tales como moralidad, concentración y sabiduría. Fue éste el instante en el que Buda experimentó la Gran Iluminación que le reveló el camino de la salvación. Libre ya del ciclo de la reencarnación y dotado de una sensibilidad sobrehumana, pasó las siguientes semanas considerando varios aspectos de su realización.

BUDA COMO MAESTRO

Decidido a divulgar el dharma (o verdad eterna) que había perfeccionado, lo primero que hizo fue reunirse con sus antiguos discípulos cerca de Benarés y éstos, cautivados por su sinceridad, le aceptaron como maestro y se hicieron monjes. Poco tiempo después predicó su primer sermón en las cercanías del actual parque Deer. Este sermón, cuyo texto se conserva, contiene la esencia del budismo y muchos eruditos lo consideran comparable, por el tono de su altura moral e importancia histórica, al Sermón de la Montaña de Jesucristo. Los principios básicos de su nueva doctrina fueron el Camino del Medio y la disciplina monástica, que estableció para abrirse paso de la mejor forma posible entre los extremos del sacrificio y la autocompasión.

Acompañado por sus discípulos, Buda viajó por el valle del río Ganges enseñando su doctrina, reuniendo adeptos y estableciendo comunidades monásticas en las que cualquiera podía ingresar, sin importar su rango social. Regresó durante un breve periodo de tiempo a su ciudad natal y convirtió a su padre, a su mujer y a otros miembros de su familia. Un rico seguidor sufragó la construcción de un monasterio en Savatthi, que se convirtió en la principal residencia de Buda y el núcleo de difusión de sus enseñanzas. Otros monasterios fueron fundados en las principales ciudades existentes en el curso del Ganges.

La larga existencia de Buda como maestro y líder no estuvo desprovista por completo de problemas. Se tiene noticia de que hubo grupos religiosos rivales, en particular los jainíes, que atacaron sus enseñanzas e incluso a él mismo. Su primo y discípulo Devadatta quiso vengarse de él al ver frustrada su ambición de heredar el liderazgo de la sangha (comunidad monástica), planeando primero su asesinato y provocando, más tarde, un cisma en la sangha que duró poco tiempo.

La esencia de la Atención Recta es enfocar sólo en la recepción del objeto de atención y no desarrollar respuestas mentales. La exclusión de formaciones mentales relacionadas con el sujeto permite una atención más pura.

Los sistemas graduales utilizan la concentración junto con la contemplación, introduciendo el sistema de concentración hasta que todos los hábitos e impedimentos acumulados en la vida sean disueltos.

En ese momento, con sólo la base de las identidades presentes, se entra en la contemplación, y se permite que los residuos de las identidades: Yo, Ego y Súper Ego, se escurran como agua en la mano.

Los métodos que empiezan por la concentración se llaman métodos graduales.

Los métodos de sólo contemplación, como Chan y Dzogchen, se llaman métodos directos, súbitos o repentinos.

Ninguno es más rápido ni mejor que ningún otro.

No existen doctrinas (o caminos) inmediatas y graduales. Como hay gente con una mente rápida y gente que no lo es tanto, los desorientados se unen por grados. Pero una vez que los unos y otros logran comprender su propio corazón de la mente y contemplar su propia naturaleza, el despertar es igual para todos."

Entonces, ¿Por qué se habla del despertar gradual y súbito si Doctrina solo hay una?
Porque unos son lentos y otros raudos en alcanzarlo. Por eso se habla de caminos inmediatos y graduales.

Recuerda: nunca han existido diferentes vehículos; es la ley única la que adopta diferentes formas de transporte, según los niveles de capacidad del corazón de la mente de las gentes

¿Qué es un buda?
Buda es una palabra sánscrita que significa “el que despertó”. Éste es el término que se le asigna al fundador del budismo. Él no era un dios ni era un profeta ni un mesías. El Buda nació como un ser humano normal que, a través de su esfuerzo, alcanzó un estado de perfecta sabiduría y completa sensibilidad hacia todo lo que existe. Dicho en otras palabras, él despertó a su propio potencial y a la naturaleza verdadera del mundo que le rodeaba.

Siddhārtha Gautama (en sánscrito सिद्धार्थ गौतम, en pali Siddattha Gotama). Fue el creador del budismo y vivió aproximadamente entre los años 566 a.C. y 478 a.C, Gautama no era gordo como lo ponen en algunas estatua, los chino lo ponen gordo porque para ellos significa abudancia, pero no que Gautama fuese gordo

El Budismo ve a la vida como un proceso en constante cambio y sus prácticas tratan de tomar ventaja de éste principio inherente de las cosas. Esto significa que uno puede cambiar para mejorar. El factor decisivo para transformarnos es la mente y el Budismo se ha desarrollado muchos métodos para trabajar con la mente. Uno de los principales es la meditación, la cual es una forma de desarrollar estados mentales más positivos caracterizados por calma, concentración, consciencia y emociones como la amistad, ecuanimidad y felicidad. Usando la mente clara y positiva que se desarrolla en la meditación, es posible tener una mayor comprensión de uno mismo, de los demás y de la vida misma.

¿Qué es el Zen? -preguntó un discípulo a su maestro. ¿Qué eres tú? respondió éste (luego un silencio) ¿Comprendes? -pregunta el maestro. No sé. -respondió el discípulo. Esa mente que no sabe eres tú. El Zen es comprenderte a ti mismo -le respondió el maestro.

Esto significa que las cosas deben ser observadas como verdaderamente son: tremendamente simples o naturales y sorprendentemente misteriosas o sagradas. Sin que entre ellas y nosotros interfieran los juicios que sobre ellas tengamos con prejuicios pues son puntos de vista siempre relativos. Implica, por consiguiente añadirse a ellas, o más bien contemplar que uno ya está añadido. Si algo nos separa de esa Realidad, es nuestra mente, esa que nos hace creer que somos su producto, que quiere comprender por ella misma, que se siente capaz de razonarlo todo partiendo de unos condicionamientos impuestos, privando al ser humano verdadero de reconocer su auténtica naturaleza esencial. Esa mente prepotente e individualista que hace al hombre esclavo de su ignorancia es la que hay que regenerar vaciandola para estar en condiciones de comprender el Zen, el Ser o la esencia de las cosas.

Las enseñanzas del Zen (Chang en chino) conducen a liberarnos de todos esos impedimentos mentales, adherencias o envolturas, que nos tienen distraídos de la verdadera naturaleza búdica.

El budismo invita a reconsiderar las ideas preconcebidas sobre la religión. Se ocupa de las verdades que van más allá de lo puramente racional, revelando una visión trascendental de la realidad que en su conjunto sobrepasa todas las categorías usuales de pensamiento. El camino budista es una forma de entrenamiento espiritual que con el tiempo lleva a una comprensión directa y personal de dicha visión trascendental.

La introspección clara debe ser el resultado de la experiencia individual, investigación crítica y razonamiento, opuesto a la fe ciega. Sin embargo, las escrituras tradicionales también enfatizan el seguir los consejos de los sabios, porque ellos y la evaluación de las propias experiencias deben ser los instrumentos para juzgar las prácticas.

la duda, el escepticismo, y la indagación rigurosa son herramientas de la fe, no barreras para la fe. La duda es la llave a la puerta del conocimiento, la servidora del descubrimiento. Una creencia que no pueda cuestionarse nos ata al error, pues toda creencia es incompleta e imperfecta. La duda es la piedra de toque de la verdad, es como un ácido que corroe la falsedad. Como dice el proverbio Zen: "Gran duda: gran despertar. Leve duda: leve despertar. Ninguna duda: ningún despertar".

La Lealtad es medido por la compañia en tu sombra, pero grandioso es encontrar al creador de la sombra.
Eres Tu quien esta en la sombra o eres quien crea la sombra?
yo creo mi sombra.

las Cuatro Nobles Verdades:

La Verdad del Sufrimiento. La existencia es sufrimiento.

La Verdad de la Causa del Sufrimiento. El deseo, el apego y la ignorancia son las causas del sufrimiento.

La Verdad de la Cesación del Sufrimiento. Los seres humanos podemos experimentar un estado de conciencia exento de sufrimiento.

La Verdad del Camino hacia la Cesación del Sufrimiento. A este Camino se le llama el Noble Sendero Óctuple, formado por ocho aspectos:

1- Visión correcta.

2- Pensamiento correcto.

3- Palabra correcta.

4- Acción correcta.

5- Medio de existencia correcto.

6- Esfuerzo correcto.

7- Atención correcta.

8- Meditación correcta.